A mi Abuela.

IMG_2619.jpg

Una pérdida no es verdaderamente pérdida hasta que se olvida. En los momentos breves de una muerte, la realidad no es realidad porque el ser y estar, el sentir y no sentir los amedrenta el pasado, lo que no se tuvo y la vergüenza de no haberlo aprovechado.

La pesadez de la culpa y las ganas de aferrarse a esos abrazos que ahora son rotos; el aroma, que solo encuentro en sus almohadas y en la ropa que queda en su armario. Las lágrimas, que saben a sal pero que en mi mente tienen el sabor al té de mastranto que me solía preparar cuando me dolía la panza.

La pérdida tampoco es pérdida cuando la escala de grises es más rica que el blanco y negro. Cuando el jardín que tanto araba, mañana a mañana, brotará más flores y dará más vida de la que ella nunca pudo imaginarse, porque ahora, infinita como nunca, vive en la Tierra, de donde vino y de donde pertenece.

A mi abuela, que siempre quise y amé, la recordaré y la tendré en fotos y videos. A mi abuela, que siempre quise y amé, nunca la perdí porque nunca la olvidaré, y donde sea que se encuentre, se seguirá levantando temprano en la mañana, se preparará su café y desayuno, y seguirá fuerte como el tronco de macano negro que siempre fue.

Las cenizas se disipan en el aire, pero el recuerdo siempre arde.